PRIMEROS SONIDOS METALEROS
El patio de la Escuela Secundaria Media 8, más conocida como El Rancho, fue testigo del primer hito del metal argentino: el primer recital en vivo de Ricardo Iorio, vecino de Caseros. A fines de los ´70 Ricardo estudiaba en esta escuela y tocó por primera vez con Alarma, su banda de la adolescencia. “El concierto fue interrumpido por la directora porque la música excitaba a las personas y eso no era admisible, aunque hasta hoy el rock pesado lo siga generando.. jaja”, diría Iorio más tarde. Ricardo se recibió en esta escuela de Maestro Mayor de Obras aunque dedicó su vida a la música hasta convertirse en el máximo referente del Heavy Metal argentino tras fundar tres bandas legendarias: V8, Hermética y Almafuerte.
Máximo referente del Heavy Metal argentino.
En Caseros, donde dio su primer recital en público con Alarma, su banda de la adolescencia. En julio de 1978, con apenas 16 años, fue a ver la película “The Song Remains the Same” de Led Zeppelin en el Cine Ocean de Santos Lugares. Allí conoció al Chofa” Moreno y nació una amistad que forjaría a la banda precursora de un nuevo sonido: V8. Tras la muerte de Moreno, se sumó a la banda el guitarrista Osvaldo Civile, vecino de Sáenz Peña. Fue el lugar donde comenzó a escribirse la historia del heavy metal argentino.
Como la escuela Nuestra Señora de Luján, frente a la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, donde y tocó con Alarma, su primera banda. Hasta que la directora ordenó detener el concierto. “La música excitaba a las personas y eso no era admisible. Aunque hasta hoy el rock pesado lo siga generando: excitar a la gente para atreverse a esta loca… o a no estar todo el tiempo normal, jaja”.
Además los clubes Sudamérica, El Triunfo o Italiani Uniti, que cobijaron recitales de V8. Y el cine Ocean de Santos Lugares que juntó a rockeros de toda la zona cuando puso en plena dictadura la película La canción sigue siendo la misma, de Led Zeppelin. También los zanjones donde ahora está la Municipalidad, la feria de Origone y la murga Los Delicados de Caseros: “Antes los putos solo tenían tres días para mostrarse como tales; los del Carnaval”, recordaba con cierta seriedad revisionista.
También, claro, su experiencia laboral más conocida por fuera de la música: la venta de papas en las calles del partido de Tres de Febrero. “Por eso me decían ‘El papero’. Hoy, de grande, muchos creen que me lo decían por “la papa”, jaja. Pero no: era porque vendíamos tubérculos comestibles”, aclaraba con otra sonrisa.
En su recorrida también aparecen la primera sala de ensayos en Sudamérica y Wenceslao de Tata, el Hospital Posadas, la localidad de Pablo Podestá, la vieja cancha de J. J. Urquiza y la zona de la fábrica de Sevel, en el límite de Caseros con El Palomar. Además, los pequeños zanjones donde iban a pescar morenitas. La mayoría de esos lugares ya no existían más (“Más tecnología por más energía, fugas radioactivas del progreso / Derrames de combustible, exterminio forestal, el motor contaminante no se detendrá” había escrito en “Otro día para ser”, canción que grabada con Hermética en 1994). Así y todo, el relato parecía casi una reconciliación con la urbanidad que lo crió y de la que, en un punto, había decidido huir cuando el nuevo milenio iniciaba para él con sus primeras polémicas discursivas y, casi al mismo tiempo, el suicidio de Ana Mourín, su primera esposa.